Se nota


Tenés que hacer algo con esa cara de felicidad, fijate que se te nota mucho.
A veces te reís normal, y hay otras, como ahora, en las que yo veo como tres sonrisas juntas, una encima de la otra.
Y me veo ahí, revolucionándote un rato, despeinándote con palabras. Estás lejos y este quilombo es hermoso.
No estás y soy feliz.
Y no me malinterpretes, me encantaría hablarte a centímetros de distancia en mi idioma inventado, o mirarte mientras hablás de todo lo que realmente importa.

Hoy sólo tengo una camisa rota y como dos mil momentos que quisiera que vivamos juntos, pero eso no se lo puedo pedir a nadie.
Estás acá porque miro a la izquierda y veo tu letra en tiza verde, estás acá porque te encuentro en la ropa que me usabas, porque te veo en cada rincón, porque te fuiste pero a la vez te quedaste.

Buena jugada.

No distingo en qué momento me encontré hablando de vos en voz alta, no sé qué hago pensando en todo esto si sé que voy directo a chocarme con una pared. 
Y de repente ya no sé que tan feliz soy.
Estoy parada en un punto en el cual no alcanzo a ver las rutas que puedo seguir, y te diría que me ayudes. Pero nada me incomoda más que tener que pedir las cosas, y si hay algo que no quiero ser es esa basurita que te entra en el ojo y te impide ver el camino.
Ese que no tenés tan claro pero que no me encuentra ahí, con vos, agarrados de la mano.

Y necesito caminarte porque sos enorme. 
Quiero todo lo que venga de vos, y sin mapas, lo que me dejes descubrir primero. Sabés que no se conoce un país recorriendo sólo una ciudad.
Y ya ves, tenemos recuerdos por todos lados, partiendo de un beso que empezó por las manos.
Y cuando me dicen, que debí haberte sacado de mi cabeza mucho antes de implosionar, yo respondo como puedo, que lo que me dejaste me quedo en el alma, y no en la cabeza, y que si tuviera que elegir volver a conocerte, lo haría, para estallar por dentro diez mil veces más.
Fui yo la que habló de no tener miedo, porque ya me cansé de pensar cada paso que doy, no me quiero medir: por   favor    dejame    fluir.

Te siento como un regalo que me hicieron pero sólo por un rato, algo que me prestaron y ahora la única certeza que tengo es que no hay ninguna. 

Una vez te dije que te prefiero cuando los ojos se te ríen, ahora sé que te quiero ver reir hasta con los dedos de los pies.
Te estás quedando.
Yéndote.
Fijate que se nota mucho.

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